Desde finales del S. XV con el descubrimiento y colonización de América, España comienza a configurar un espacio de dominio, un Imperio. La gesta conjunta de hombres temerarios ansiosos de gloria y riquezas, unos principios morales y religiosos que trasmitir (y a menudo imponer), y la acertada dirección de líderes inteligentes y audaces, dieron forma a un mundo nuevo, donde se traslado y copió el sistema político y social español. La promulgación de las “Leyes de Indias” génesis de lo que cinco siglos más tarde la ONU denominó “Derechos Humanos”, supuso la consideración de los nativos como súbditos de la Corona con los mismos derechos que los españoles.
Entre finales del XVI y mediados del XVII, con la unión de España y Portugal bajo la misma corona, el Imperio alcanza tal extensión, que no ha sido superado por ninguna potencia del mundo occidental en la historia.
Sostenido por un poderío militar basado en los temibles Tercios de Infantería Española, y la mayor y potente flota naval de Europa; el Imperio se mantuvo hasta mediados del XVII.
Pero el mantenimiento de ambos elementos, hombres y barcos, y las continuas guerras y conflictos que sostuvo España contra todos y contra todo, por defender ese Imperio, así como el empeño en mantener unas inútiles guerras religiosas; supusieron el desangrarse económicamente. Todos los recursos del Imperio se gastaban en sostener ese mismo Imperio, en vez de enriquecer el reino.
En la segunda mitad del XVII, paralelamente a una terrible crisis económica en toda Europa, comenzó la decadencia del poderío español. Una serie de nefastos Tratados y Acuerdos de Paz suscritos por España, supusieron la mayor pérdida de tierras que se ha conocido. No obstante, gran parte del Imperio se mantuvo hasta el S XIX.
Director Tcol. Bartol