Hace varios años se representaba en el Castillo de San Felipe un viaje al siglo XVIII, con contratación de actores y figurantes, disparando cañones del siglo XVIII y mosquetes de 1707. Todo se hacía y se representaba como antaño, los mismos uniformes, las voces según las Ordenanzas de Carlos III, se disparaba con pólvora negra, los mismos humos, olores, etc.
En el punto de acogida al visitante, sobre una presentación audiovisual, se exponía una breve introducción histórica, a continuación se proporcionaba un quinqué a cada visitante y por un recorrido iluminado con elementos de aquella época, se le introducía en un viaje al pasado por las galerías subterráneas del castillo.
Canteros con indumentaria y materiales de antaño picando la piedra, artilleros cargando y disparando un cañón, cumpliendo las voces del reglamento de Carlos III. A 14 metros bajo tierra, se llegaba a un dormitorio donde se representaba lo que pudieron ser las penalidades que pasaron 3.800 ingleses en el asedio español de 1781-1782. Seis meses bajo tierra, soldados con sus familiares, heridos, ancianos, mujeres y niños que allí se refugiaron.
Se contrataron a tres químicos para conseguir un olor parecido al de «pestilencia humana». Cuando la visita recorre esta estancia, con ese olor a putrefacción y varias escenas de dolor y sufrimiento, los visitantes se quedaban impresionados.
A pesar del interés que tenían estas representaciones, tuvieron que dejar de realizarse en aras de garantizar la seguridad.