Un corsario menorquín a principios del siglo XIX

Uno de los libros más interesantes editado por el Consorcio Militar de Menorca es “Un corsario menorquín. Recreación histórica de la Menorca naval y médica de principios del Siglo XIX”, del escritor Alejandro Fernández Alonso.

En el siglo XIX, recuperada la isla por España en la Paz de Amiens, se producen los últimos coletazos de la lucrativa actividad de los corsarios. En los convulsos primeros años del siglo, con cambios constantes de alianzas, España autoriza el corso contra Inglaterra entre 1806 y 1808, en los años en que nuestra amistad con Francia y nuestra supeditación a los intereses de Napoleón nos costaba la derrota de Trafalgar. Sin embargo, en este breve período, la actividad corsaria no tiene nada que ver con la del siglo anterior, pues solamente se arman contra los británicos unas siete embarcaciones. Quizás lo más notable fue la presencia de un corsario menorquín en el Báltico y el mar del Norte, con una balandra adquirida en Copenhague por el capitán y piloto de la matrícula de Mahón Francisco Martorell Llisart.

Cambiadas las tornas, y después de la invasión de España por el Corso, con mayúsculas, se autoriza el corso, con minúsculas, precisamente contra Francia en los años de 1808 y 1809. Y por último, la nueva invasión francesa protagonizada en 1823 por los Cien Mil Hijos de San Luis da lugar al último episodio corsario menorquín y español.

Las acciones corsarias, sin embargo, son muy escasas en estos períodos y no están tampoco bien documentadas, aunque, a pesar de todo, hay constancia de que en el último episodio, en 1823, se hicieron a la mar hasta 14 barcos que armaban unos cincuenta cañones con más de 600 tripulantes. Pero para entonces la escasa inclinación hacia el corso de las autoridades españolas, unido a la mayor dificultad de las capturas (barcos cada vez más protegidos, navegando bajo banderas neutrales), hace que el final de los corsarios menorquines sea un hecho consumado.

Digamos que el corso como tal fue abolido por la Declaración de París de 1856, firmada por las principales potencias de la época, aunque su final no fue definitivamente reconocido por España hasta 1908.

Si les interesa saber más sobre esta parte de la historia de Menorca, España y Europa, pueden adquirir el libro a través de la sección “publicaciones” de esta misma página web.

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