A lo largo del siglo XVIII, Menorca estuvo más de setenta años bajo el dominio de la Gran Bretaña y fue utilizada como moneda de cambio por las grandes potencias en sus luchas internacionales. Los menorquines también fueron franceses durante siete años; y sólo durante tres lustros retornaron a la corona española.
Durante aquella centuria, la ocupación inglesa —que se divide en tres periodos: 1708 a 1756; 1763 a 1782; y 1798 a 1802— repercutió en muchos aspectos de la cultura, las tradiciones y la vida cotidiana de la isla.
Pensemos que hubo menorquines que fueron súbditos de Su Majestad británica durante toda su vida; y, a pesar del rechazo que —en muchos momentos— provocó la presencia de una nación considerada extranjera, las influencias y los vestigios que los ingleses dejaron en la isla todavía están presentes en nuestra cultura.
Sugerimos un recorrido por Mahón, fijándonos en aquellos elementos que nos permitirán observar como muchos rincones de la ciudad todavía respiran el sello británico. Y es que la zona de levante de la isla fue la más influenciada, y, en consecuencia, es donde la atmósfera británica aún permanece con fuerza en todo el entorno.