Cuando en 1802 Menorca paso definitivamente a manos españolas el choque económico y social en la isla fue importante. La abolición de los fueros y privilegios históricos, como en el resto de España, junto con la introducción de nuevas imposiciones aduaneras y fiscales que había en el resto del país, lograron hacer olvidar rápidamente el crecimiento experimentado durante el período británico. El final de las guerras napoleónicas, que había colocado a la isla como proveedor de transito comercial en el Mediterráneo y muy especialmente la supresión de todas las “patentes de corso” que tan buenos beneficios suministraban a la corona inglesa como a los propios isleños, arruinaron la economía de la isla. Sin salidas laborales, muchos menorquines respondieron a la llamada de Francia para colonizar la ciudad de Argel a partir de 1830, a tan solo 196 millas al sur de Mahón.
Aquel mismo año empezaba un vínculo histórico entre Menorca y Argelia que no se rompería hasta la independencia del país, en 1962. Las cifras de esta emigración son abrumadoras; si en 1818 se contaban 37.114 habitantes en Menorca, en 1847 eran 29.851, casi diez mil personas emigraron espontáneamente u organizadamente aquellos primeros años de colonización, para establecerse alrededor de la capital. En 1850, de hecho, varias familias mahonesas fundaron el pueblo de Fort-de-l’Eau.